Cuando algún accidente o enfermedad acontece no hay forma de seguir adelante con los viejos esquemas de pensamiento, todo cambia. Necesitamos de los otros de una forma tan clara que no se hará necesario teorizar acerca de cuánto necesitamos, qué necesitamos y cuánto podemos prescindir de cierto monto de ayuda. No hace falta elucubrar nada, sólo requerimos todo tipo de asistencia y a veces por tiempos muy prolongados.
¿Qué siente la persona que está siendo ayudada? Todos los procesos que implican la compasión y la empatía se activan de una manera abrupta. Al no poder escapar de la situación se tiene tiempo para pensar en todo y para percibir con detenimiento cada detalle de la realidad. Su sensibilidad está plenamente abierta de forma que comienza a percibir los gestos y actitudes de quienes los están ayudando: “¿lo hace por lástima?... ¿lo hace con cansancio o fastidio?... ¿lo hace mecánicamente, hasta con cierto enojo y sólo porque es su trabajo?... ¿la forma en la que me ayuda me hace sentir más débil o me fortalece?...¿me siento más dependiente y deprimido o, muy por el contrario, valorado y comprendido en mi humanidad compartida con quien me está ayudando?... ¿me estoy sintiendo culpable al ver que estoy quitando tiempo y calma a los demás?”
A su vez, quienes son ayudadores (por profesión o en los vínculos familiares o sociales) aprenden mucho cuando “cruzan para el otro lado”. Al necesitar de los demás muy grandes lecciones se abren a sus ojos sensibles, enseñanzas que, bien aprendidas, no le permitirán volver para atrás desconociendo la experiencia vivida. Más tarde o más temprano recordarán que quien depende de los otros absolutamente para todo aprende con crudeza a ser humilde en el mejor de los sentidos, aprende que somos todos vulnerables y que la debilidad del cuerpo no es exactamente la del alma: un cuerpo deteriorado sigue conteniendo a un ser humano.
Compasión quiere decir “resonar con el sufrimiento del otro o con el propio a la vez que concretar acciones para ayudar a reducirlo”. La compasión no es simplemente dar lo que nos sobra, dar indiscriminadamente o de cualquier manera. Compasión y empatía deben ser pasadas por el tamiz de la sabiduría porque si no correremos el peligro de empeorar en mucho las cosas. Bajo la influencia de nuestras acciones impensadas transformaríamos el gran potencial de la situación en acontecimientos que sólo acrecentarán el miedo, tanto el de quien ayuda como el de quien es ayudado y esto es grave dado ambas realidades forman parte de lo que todos, sin excepción, atravesaremos alguna vez en la vida.
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