“Lo que hago es apenas una gota en el océano, pero sin esa gota al océano le faltaría algo”. (Teresa de Calcuta)
Soy tan solo una gotita de agua entre millones, pero fui destinada con un propósito. Y sea cual fuere ese propósito, yo lo voy a lograr. Voy a salpicar de alegría el corazón de alguien o quizás humedeceré su desierto. Ya sea que caiga en el arroyo, río o mar, mi gota entremezclada con las otras, logrará obtener resultados.
Seré la lágrima de aquel que necesita llorar y necesita consuelo. O me convertiré en una gota de lluvia que anuncia la bendición que está por descender. Sé bien que no puedo hacerlo todo, pero sí que puedo hacer algo. Y no me negaré, porque nada de lo que haga será insignificante.
Teresa de Calcuta fue una mujer que vivió al servicio de los demás. Su corazón siempre ayudó al más necesitado. Con su humildad llenó a muchos de esperanza. Y cuando murió dejó un gran vacío en todas esas almas necesitadas que ayudaba. Ella no solo brindó ayuda material, sino que esparció amor por doquiera que fue.
Una de las cosas que esta valiosa mujer dijo alguna vez fue que “éramos lápices en las manos de Dios y que él escribía sobre nuestras vidas y nos utilizaba como instrumentos”. Tal vez tú no tengas mucho, pero puedes dar o hacer algo. No hay excusas para no dar, pues Dios bendice al dador alegre.
Te invito a que seas una gota que unida a otras formé un mar. Ayuda a quien te necesite, extiende tu mano al caído porque Dios desde los cielos te observará y sonreirá muy orgulloso de que estés haciendo el bien.
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