Aunque pueda parecer obvio, hay una enorme diferencia entre el sentir nuestros sentimientos y el participar con ellos a un nivel más interpretativo, atrapados en la sutil narrativa que tan fácilmente elaboramos a su alrededor. El mantenerse corporalmente encarnado a una profunda tristeza, como sentimiento y sensación, no es lo mismo que hablar con nosotros mismos acerca de porqué estamos tristes, cuándo va a desaparecer esa tristeza, que fué lo que la causó y cómo eso es la evidencia de que no somos suficiente, no somos dignos de amor, y que algo está mal con nosotros.
Para muchos de nosotros es fácil decir – “Oh, estoy totalmente en mi cuerpo, estoy en contacto directo e íntimo con los crudos sentimientos y sensaciones de ira, tristeza, dolor, vergüenza y desesperanza. No me digas que no estoy sintiendo todo eso! He 'estado triste' por tanto tiempo!" Pero si hacemos una pausa, caminamos lentamente y nos permitimos sentir curiosidad sobre lo que es verdadero, podemos descubrir que con lo que estamos en contacto realmente es una ingeniosa narrativa que hemos envuelto alrededor de nuestros sentimientos.
En este descubrimiento es importante no avergonzarnos a nosotros mismos, o embarcar en una narrativa secundaria sobre de cómo hemos fallado y nunca lograremos 'hacerlo bien', sino, volver con amabilidad al cuerpo y recibir lo que está ahí. Puede que tengamos que volver una y otra y otra vez, comprometiéndonos a permanecer con el ardor durante cortos períodos de tiempo - no tan largo que nos traumatizemos nuevamente a nosotros mismos o lleguemos a sentirnos totalmente abrumados, sino nada más, el tiempo suficiente, en el que podamos seguir elevando nuestra tolerancia por la intensidad. Podemos ir esforzándonos un poco, con una especie de ardiente bondad.
La invitación es de dirigir tu conciencia fuera del cuento narrativo y hacia el cuerpo, no como una ‘meta’ para hacerlo correctamente, sino como una práctica, porque estás comprometido a vivir en la bondad y en el cuidado de tí mismo. No porque la narrativa ‘no esté bien’ o ‘esté mal’, sino porque es un nivel eliminado del fuego de la experiencia directa. Es dentro del centro de este fuego, en el crisol alquímico del cuerpo, donde la sanación emerge. Desde este sentido, la sanación es un proceso somático, en lugar de uno cognitivo. Esto no quiere decir que la visión y conciencia cognitiva no son útiles; por supuesto que lo son. Pero es a través de un enfoque de amplio espectro sobre el cuidado de tí mismo que las heridas del corazón se despliegan con el tiempo de una manera más favorable.
A medida que tomamos el compromiso de seguir permaneciendo con nuestra experiencia corporal inmediata, estamos creando un nuevo surco neuronal de auto-cuidado hacia nuestro ser. Este tipo radical de atención y sintonía no estuvo disponible para muchos cuando fuimos niños pequeños, ya que aquéllos que se encargaban de nuestro cuidado, a menudo se encontraban demasiado preocupados o disasociados de su propia experiencia como para poder proporcionar un espacio de acogimiento para el otro.
Es un tremendo acto de bondad, ése de entrenarnos a nosotros mismos, a permanecer encarnados con lo que no fuímos capaces de tolerar cuando éramos niños pequeños dentro de nuestras familias de origen. Es de esta forma, como podemos amarnos a nosotros mismos, y a su vez, estar presentes, y como resultado, en sintonía, y amando al otro,
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