La esencia del existir es el hacer, el moverse, la acción, pero esa esencia no nos define totalmente, ya que para conocernos debemos no-hacer, debemos detenernos y mirarnos desde afuera. Es la paradoja del zen: para averiguar nuestro ser debemos no-ser. A través de la observación cuidadosa y consciente de lo que somos y hacemos nos vamos descubriendo y conociendo. ¿Por qué de lo que somos y hacemos? Porque somos y hacemos en medio de una marea que lo arrasa todo, que se llama cambio.
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