"Esto es así porque cuando estamos en ese estado de paz interior nuestra mente se acalla y podemos escuchar los auténticos latidos de nuestro corazón.
De él emanan todos nuestros sentimientos y en él se encuentran los sentimientos auténticos, y son auténticos porque no están condicionados por nuestras creencias y se hallan al margen de cualquier bloqueo emocional. Si el síntoma físico permanece, es que todavía no hemos alcanzado ese estado mental que nos permite conectarnos con nosotros mismos, es decir, con la información que se halla todavía en el orden implicado.
En conclusión, el mundo que vemos es la expresión de un patrón de interferencias, es una ilusión de unos programas que de alguna forma hemos elegido experimentar y vivir. Como esto, hasta ahora, era —y en muchos casos es— totalmente inconsciente, vivimos nuestras vidas con una enorme incertidumbre. Creemos que lo que nos ocurre es fruto de la casualidad o de la mala fortuna. Todo ello alimenta el miedo, y las enfermedades que se derivan de él son enormes. Le rezamos a algo externo a nosotros, y nuestras vidas siguen igual, con pocos cambios. Esperamos a la diosa fortuna, nos volvemos agnósticos, o muy creyentes. Estamos a la espera de que algo externo a nosotros nos «salve» de «algo» que simplemente se halla en nosotros mismos. Nos volvemos supersticiosos, creemos en la mala suerte... en definitiva: vivimos nuestras vidas en una total inseguridad. Todo ello nos lleva a ansiedades, depresiones y a todo tipo de desórdenes físicos y mentales"
El Observador en BioNeuroEmocion. Enric Corbera
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