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10 jun 2015

FIBROMIALGIA Y ALIMENTACIÓN. MI EXPERIENCIA PERSONAL

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Quiero aclarar antes de que sea leído ,que es un testimonio de una paciente con fibromialgia no mio y como ,me sentí tan identificada ,les quiero compartir:
Hoy quiero explicar el porqué de este blog. Un blog que trata de intolerancias alimentarias, desintoxicación física y emocional, fibromialgia, hábitos saludables y consumo consciente:
Nunca había sido una persona especialmente preocupada por la calidad de mi alimentación. Las asignaturas de nutrición y bromatología de la carrera eran de las que menos me gustaban, e incluso se me hacía un poco pesado estudiarlas. Nos explicaban las propiedades de la carne, de la leche, del huevo, del pescado, de cómo se hace el vino o la cerveza, e incluso, de cómo hay que cortar el jamón. Pero el sector de la alimentación no era mi vocación, ni como nutricionista, ni como cocinera.

Fueron pasando los años, no sin dificultades, como os resumí en el apartado “Quién soy” de este blog, hasta que llegó el día del diagnóstico de fibromialgia. Una enfermedad que sólo conocía de oídas, y que me cayó como un jarro de agua fría porque “supuestamente” es una enfermedad crónica, para la que no existe ninguna solución. Y aunque la medicina tuviera claro que se trataba de una enfermedad reversible y que, por tanto, se podía mejorar, no existía entonces, ningún caso de alguien que lo hubiese conseguido, y mucho menos, que hubiese llegado incluso a hacer vida normal.
Como se procede en la mayoría de los casos tras el diagnóstico de fibromialgia, mi médico, con su mejor intención, me recetó medicación para intentar aliviar el dolor: anticonvulsivos, antidepresivos diversos, antiinflamatorios, analgésicos, somníferos… Medicación que, muy a mi pesar, no me llegó a aliviar el dolor hasta alcanzada una dosis tremendamente elevada. Tanta medicación en mi sangre suponía que no pudiese apenas ponerme de pie, y mucho menos conducir, llegando incluso a sufrir en alguna ocasión síndrome de abstinencia. Era evidente que mi salud corría peligro.
Esperando algún tratamiento alternativo en la unidad del dolor de mi hospital, como la acupuntura o el quiromasaje, me encontré con que, no solamente no me proporcionarían ninguno de estos tratamientos, sino que además, me advertirían de que con ese ritmo de medicación no llegaría a los cincuenta años. Fue entonces cuandome di cuenta de que mi vida tenía que cambiar y estaba dispuesta a mover cielo y tierra para encontrar algo que me hiciese mejorar. Busqué, pregunté, leí, volví a buscar, volví a preguntar, volví a leer, y un día topé con un manual, el “Manual de Fibromialgia, basado en la recuperación de Marta”, de Vicente Estupiñá e Isabel Ortells”, que reunía una teoría plasmada en otros dos libros, “Los grupos sanguíneos y la alimentación”, del doctor Peter D’Adamo y Catherine Witney, y “El equilibrio a través de la alimentación”, de la doctora Olga Cuevas Fernández, que también leí después, y de los cuales hablaré en un futuro post. Pensé que, si una joven de Castellón había podido mejorar su calidad de vida gracias a una alimentación adecuada, yo también tenía que poder hacerlo.
A partir de ese momento, asesorada por mi nutricionista y autora del Manual, empecé a limpiar mi organismo de todas las toxinas procedentes de alimentos “sucios” que generan residuos que entran en nuestro cuerpo a través de nuestro intestino, como si de una intolerancia alimentaria se tratase. Tomé infusiones depurativas del hígado durante un mes, en el que sentí una desintoxicación brutal. Mi cuerpo expulsaba toxinas de todas las formas posibles. Y cuanto más limpio tenía el hígado, mi olfato más se agudizaba. Percibía olores que en circunstancias normales nunca había notado. Centré entonces mi alimentación en las directrices de la alimentación macrobiótica, de la que también os hablaré más adelante, y que se basa en consumir granos de cereal combinados con vegetales, legumbres y algas, siendo la comida que ingerimos,integral, natural, y no procesada. Se trata de una dieta completa y equilibrada, unida a un estilo de vida activo y respetuoso con el medio ambientePero además, había aprendido que a este tipo de alimentación, se le añaden unas cuantas condiciones más en caso de padecer fibromialgia: suprimir o sustituir los lácteos, el gluten y los azúcares refinadosYa en “Mi experiencia con los lácteos” os hablé de una parte de mi mejoría.
En base a todo esto, mi intención es reunir, en este blog, todas estas experiencias y mejorías que estoy viviendo, y los conocimientos que voy adquiriendo, y ayudaros a conocer todos esos alimentos que yo consumo habitualmente —y que no son muy conocidos—, para que vosotros también los probéis, tanto si padecéis fibromialgia como si no, y que se basan en alimentos “sin”, ecológicos, frescos, nutritivos y sanos.

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