Mírate al espejo y al principio quizás sientas desagrado y vergüenza porque así te enseñaron a sentir. Pero permítete sentir desagrado y vergüenza, y sabe que nada de eso eres 'tú,' que sólo son sentimientos que se mueven. Y permite que los pensamientos aparezcan en la mente, pensamientos como 'gorda,' 'mala' y 'dañada' y sabe que sólo son palabras, y que te son familiares, y ya de tradición. Deja que la mente se exprese, y siente tus sentimientos también. Tienes que amarte a ti misma al amar también esa parte que aún no amas, o en la que aún no confías. Permitiendo que todo lo que hay en ti se refleja ahora.
Comienza a verte a ti misma a través de los ojos de una madre amorosa que te ve preciosa, incluso si tienes granos o deformidades o erupciones o marcas de nacimiento, incluso si sólo tienes la mitad de la cara o te faltan algunas extremidades. Tienes que verte a ti misma a través de esos ojos más grandes, ojos de pura atención amorosa, ojos que no juzgan, pero que permiten el juicio también. Tus ojos habían sido demasiado pequeños hasta ahora. Fuiste enseñada por gente que se odiaba a sí misma y te infectaron. Hasta que te viste a ti misma el día de hoy.
Y la medicina ahora es la atención desnuda, sin elección; siendo tan espaciosa como el espejo mismo, disponiendo de un inmenso lugar para los pensamientos y sentimientos pero sin confundirlos con la verdad. Tu belleza reside en tu disposición para sentir, y para ver más allá de las etiquetas. Acoge la totalidad de la imagen, del mismo modo en que el espejo lo hace; sin resistirte, sin esconderte, sin avergonzarte, sin tratar de adaptarte a ninguna idea de belleza o perfección de segunda mano. Tus imperfecciones son tan perfectas bajo esta luz; tus arrugas y manchas una obra de arte divina, fascinantes y reales, y tan humanas.
Ve. Y en el ver, permítete ser vista.
Tú eres bella, sin cambiar una sola cosa; la belleza no es algo que tenga que ganarse.
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