Es mi parecer que nuestro apego al propósito nace de la necesidad de probarnos algo a nosotros mismos.
Pero la vida es simplemente vida, y no está intentando probar nada en absoluto.
Esta primavera no intentará ser mejor que la primavera pasada, y ningún fresno intentará devenir un roble.
Al dejar ir nuestra fascinación por lo extraordinario y espectacular, podemos permitirnos reconocer la simple maravilla que está dentro de lo ordinario.
Pues la vida es su propio propósito y no necesita una razón para ser.
Ésa es su belleza.
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