Lo acepté…
Si, tuve que darme cuenta que en la aceptación estaba mi bienestar, porque en la medida que lo fui creando y creyendo todo se pudo ir transformando.
Tuve que aceptar que mis prioridades y actividades cambiaron, que no todo lo tengo que terminar si mi cuerpo se agota, que todo puede esperar y no pasa nada, tuve que aceptar que esto me causaba enojo y frustración porque no me gustaba dejar nada a medias y me sobre exigía demasiado.
Tuve que aceptar mis cambios físicos y emocionales y darme cuenta que no siempre tenemos que darle gusto a los que nos rodean, sino que que también puedo disfrutar de mi propia compañía sin tener que sobre esforzarme por estar bien con todos, acepte que yo soy mi prioridad.
Tuve que aceptar que no todos mis caminos son placenteros y qué hay muchos obstáculos a los que debo enfrentarme cada día y que también son parte de mi vida, acepte que solo yo decido cuando, donde y cómo caminar cada uno de ellos y que solo está en mi afrontarlos. Solo yo decido el ritmo de vida que puedo y quiero llevar.
Tuve que darme cuenta y aceptar que nadie puede cuidar de mi ni hacer nada por mi que yo no decida hacer, acepté que mi cuidado físico y emocional solo me pertenece a mi y solo yo decido cómo quiero hacerlo.
Me di cuenta que tengo que aceptar mis tiempos, mis limitaciones y mis espacios para poder rescatarme y tomar pausas para volver a tomar el vuelo para conseguir lo que me propongo.
Acepté que debo conocer mi cuerpo y cuidarlo, acepté que necesito mis propios espacios, acepté que puedo quebrarme y puedo llorar, gritar y hasta bailar si necesito liberar emociones que me estresan.
Acepté que tengo todo el derecho de disfrutar cada momento a mi manera, acepté quererme, acepté ver por y para mi, acepté disfrutar lo que la vida me da cada día y hasta acepté que a veces aún con el dolor yo puedo tomar mi espacio y luego continuar, acepté que a veces puedo pedir ayuda y acepté sobre todo seguir siendo YO y amarme tal y como soy ahora.
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