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2 dic 2015

SEPARARNOS DE FAMILIAS DIFÍCILES


¿A qué playa te encaminarías, corazón mío?
Nadie te precede; no hay camino.
No hay agua, ni barca, ni barquero.
No hay ni siquiera una cuerda para remolcar la barca,
ni barquero para jalarla.
Sé fuerte y entra en tu propio cuerpo,
pues ahí es firme tu asidero.
-Kabir
Puede que no nos detengamos lo suficiente a pensar en quiénes nos sostenemos y esto no es casual dado que estamos hechos para sobrevivir gracias a los demás. ¿Cómo dejarlos ir? Pero algunas veces la vida nos obliga a revisar en quiénes de nuestro entorno social nos estábamos apoyando hasta el momento, por ejemplo cuando muere alguien muy cercano, cuando nos divorciamos, cuando nos vamos a vivir a otras tierras.

La familia es necesaria y está muy bien tomarla en cuenta si en ella hay un amor basado en el respeto por las diferencias y la maduración y el crecimiento de todos sus integrantes sin excepción.Pero no todos tienen este beneficio. ¿Qué sucederá entonces con los que han inspirado toxinas desde la cuna? ¿Qué es deseable que suceda en quienes han sido nutridos con los alimentos de la incomprensión, el odio o la locura?
En mi labor como terapeuta observo día a día cómo a muchos se les hace difícil abrirse de las situaciones de maltrato. Tal y como sucede con el cemento de contacto, lo queremos despegar y éste se resiste hasta límites impensables. ¿Por qué es tan difícil deshacer una situación que en definitiva, nos hace mal? Es irónico, es incomprensible, es contradictorio, pero es demasiado frecuente y real.
El problema reside en los lazos que suponemos que nos unen, en la corriente inconsciente que nos arrastra a no darnos cuenta que hay redes que no nos sostienen sino que nos aprisionan y que no estamos obligados a sostener. No vemos que no nos desangraremos si cortamos el cordón; que no nos faltarán el aire, el agua ni los alimentos si mandamos a pensar bien lejos a más de uno de los que nos rodean y oprimen. No vemos que compartir el ADN en cierto modo no es más que eso.
Aunque temamos quedarnos solos al separamos de nuestras familias, en verdad jamás lo estamos, sólo se trata de saber con quién nos unimos y a quiénes autorizamos que hablen sobre nosotros. Recién cuando cortamos la soga de los lazos que nos ahorcan podemos pensar y sentir con claridad ya que allí se abre en toda su amplitud el mundo propio. Es en ese punto del proceso que nos damos cuenta que tenemos un centro desde el que nos movemos y la suficiente intuición para saber cómo y dónde sanar, más allá que a los demás no les resulte cómodo para sus fines ni esperable de acuerdo a su propia necesidad de dependencia extrema y a la consecuente absorción, muchas veces "vampírica" de los demás.

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