Proteger a tu pareja es algo normal en cualquier relación pero cuando esto se va al extremo y te sientes imprescindible para el correcto funcionamiento de su día, estás viviendo el Síndrome de Wendy. Sí, la niña de Peter Pan que cuida a sus hermanos menores y a todos los niños en el País de Nunca Jamás, cumpliendo con el rol de madre.
Es un problema mucho más común de lo que se podría pensar, pero no por eso adecuado. Puedes perder el horizonte de tus propias responsabilidades, por ocuparte de que tu pareja cumpla con las suyas.
Aunque Wendy está presente también en hombres, es más frecuente verlo en mujeres. De la misma forma, una persona que tiene este síndrome, tiende a relacionarse con quien tiene el complejo de Peter Pan, y no quiere crecer ni asumir obligaciones.
Algunas de las características de las mujeres que padecen este síndrome son que su perfeccionismo las lleva a sentir gran culpa cuando un aspecto no resulta como lo esperaban. Sienten que todas las responsabilidades están en sus manos y que tienen la misión de hacerse cargo de todo. El psiquiatra de la Clínica Alemana Alejandro Koppmann señala que “es difícil poner el límite entre la preocupación normal y aquella patológica”.
Además, la persona con Síndrome de Wendy aparta su propia felicidad si es necesario, por conseguir la de su pareja, incluso la encuentra haciéndose cargo de sus asuntos.
El cansancio, el desgaste y la pérdida de tiempo son considerados como el sacrificio que hacen por su pareja y como signo de amor.
Igualmente, teme por la desaprobación, el rechazo y hasta el abandono de su pareja.
Tiene mucha fuerza interior, pero no la nota porque se preocupa de resolver los problemas de todos y descuida las preocupaciones personales.
Pero como todo tiene una razón de ser, hay ciertas explicaciones para la aparición del Complejo de Wendy.
Si la persona recibió una educación con una gran carga cultural donde la mujer está al servicio del hombre, el síndrome será agudo y difícil de evitarlo. Así también, la mezcla de una baja autoestima y de introversión, puede generar aspectos de Wendy.
Entre otros factores, la relación puede estar demasiado enmarcada en funciones determinadas que cada uno debe cumplir. Por esto, Koppmann comenta que “en las relaciones poco sanas estos roles suelen ser rígidos y la relación se construye con un proyecto único al que el resto se somete. En este caso no hay posibilidad de negociación, pues no hay contraparte”.
El síndrome fue nombrado como la Amiga de Peter Pan en 1983 por el psicólogo estadounidense Dan Kiley quien también acuñó el término para las personas que se rehúsan a ser crecer.
Sin embargo, Wendy siempre ha existido, sólo que en las sociedades un poco más antiguas, era visto como lo correcto y no como una patología.
Los efectos del complejo, aunque puedan ser invisibles para algunos, abarcan depresiones, baja autoestima, sometimiento, pérdida de independencia, inseguridad y obsesiones. También puede afectar en la manera en que la familia se construye tanto en la pareja como en los hijos.
"El modelo educativo puede transmitir una dificultad importante para poner límites, construir autoestima y establecer relaciones saludables”, explica el psiquiatra Koppmann.
Para superar la condición de salvadora de todas las situaciones, la persona Wendy tiene que darse cuenta de que tiene el síndrome y estar dispuesta a realizar cambios para mejorar tanto su estado como el de la relación.
“Las relaciones humanas se construyen sobre la base de complementos y el ideal es que estos sean sanos: roles equilibrados e intercambiables, capacidad de desarrollo personal, proyecto común, respeto por las necesidades individuales y capacidad de sacrificio y renuncia compartidos en busca de dichos objetivos”, sostiene Koppmann.
Las terapias se enfocan en que la persona pierda el temor a la desaprobación y a liberarse de las obligaciones que no le incumben directamente. Delegar misiones y saber negarse a asumir nuevas funciones, es un paso para adquirir autonomía.
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