Si crees que la vida en familia que tienes ahora, la tendrás para siempre, tal vez deberás prestar atención a los días comunes, esos que comienzan con cereal y terminan viendo películas.
Entre ellos están los días en que los niños jugaban con el perro, comían helados por los cachetes y se mecían en los columpios, tardes con manguera y lodo, que siempre terminaban en la cama, en aquellas noches de cine familiar.
Cuando el primero lloró en la puerta del kinder, pensamos que siempre llorarían al separarse de nosotros, pero todo son etapas y a su tiempo, entonces los problemas parecían enormes, las alergias, el partido perdido, peces y hamsters que morían uno tras otro. Pero en general ese mundo que teníamos mientras la familia se construía.
Era tan bello mecerlos en tu regazo oliendo a talco y cabello recién lavado, el beso y la bendición de buenas noches, dejarlos en su cuarto, para que amanecieran en el nuestro.
Las pelotas dejan de volar en el jardín, los juegos de mesa incompletos, se llenan de polvo, regalas la bañera y esperas a que salgan de la regadera, la puerta del cuarto que siempre estuvo abierta, un día se cierra y al salir con tu chico de 13 años, le extiendes la mano y él camina pasos atrás pretendiendo no conocerte.